El problema del sueño y del llanto insistente y prolongado es uno de los que provocan mayores crisis en los padres en los primeros años de vida del niño (…) Ni siquiera los padres más pacientes y devotos son capaces, en ocasiones, de soportar el llanto agotador y el insomnio porque el niño se despierta continuamente por la noche. Existen muchas recetas de la abuela: desde llevarlo a la cama de los padres hasta los mimos constantes, pero ninguna de estas recetas ha demostrado la eficacia del método propuesto por Eduard Estivill.
Método Estivill
Indicaciones temporales
- En los cinco primeros meses de vida, si el niño llora de noche no siempre tiene hambre. Por tanto, no hay que ponerle el pecho ni hay que darle el biberón antes de dos horas y media o tres.
- A partir de los cinco meses el niño debe dormirse solo en su camita (dormirse en brazos y encontrarse luego en la cuna al despertarse es un trauma), a oscuras, siempre del mismo modo, por ejemplo con el chupete y con un objeto familiar.
- Desde los seis o siete meses tras el destete, el niño ha de ser capaz de dormir toda la noche, sin comer durante las horas nocturnas.
Resistir y regresar
- Si es la hora de dormir y se ha excluido la posibilidad de trastornos físicos, pero el niño llora, hay que “resistir”: cada tres minutos uno de los padres va a la habitación a calmarlo diciéndole de una forma serena, suave y tranquilizadora una frase estándar del tipo: mamá te quiere mucho y te está enseñando a dormir bien, sé que estás enfadado, pero luego te sentirás mejor. El chupete, la nana y el osito están aquí contigo y te hacen compañía. Si el niño no deja de llorar, el progenitor se va y regresa a los tres minutos. Los días siguientes se alargan los tiempos manteniendo los mismos intervalos durante dos días consecutivos: tres, cinco, siete, diez, quince, veinte minutos. Si el niño duerme y luego se despierta y llora, se aplica el mismo intervalo previsto para aquel día siguiendo la misma estructura.
No ceder a las demandas
- Es necesario no ceder y no dejarse conmover por las demandas del niño: este intentará por todos los medios posibles hacer cambiar de opinión a los padres (gritando más fuerte, provocándose tos y vómito, haciendo pipí). En estos casos y en el momento previsto para entrar en la habitación, se procederá, además de pronunciar la frase ritual, a limpiarlo todo y a rehacer la cama. Es necesario no perder de vista el objetivo: estamos educando a nuestro hijo para que duerma bien.
- El protocolo debe seguirse al menos doce días y por parte de ambos progenitores.
Ambos progenitores implicados
En realidad, al cabo de pocos días el niño aprende a dormirse solo. Si se despierta, no se siente desorientado y vuelve a dormirse fácilmente siguiendo el ciclo fisiológico del sueño. Cuando llora porque tiene sueño, sabe consolarse solo. Si se despierta en la fase del sueño más ligera, sabe que puede encontrar los puntos de referencia de cuando se ha dormido, eso le tranquiliza y se vuelve a dormir con facilidad…y evidentemente ¡tranquiliza también a los padres! (…)
Ante los gritos del niño, difícilmente una madre está segura de que no se trata de un problema físico. No obstante, una madre no excesivamente ansiosa aprende muy pronto a reconocer las llamadas de su “cría”, y a saber cuánto el llanto es síntoma de hambre, cansancio o malestar. De nuevo, la estabilidad emocional del progenitor es la que marca la diferencia. En esta fase es muy importante que la indicación la sigan ambos progenitores, de modo que no recaiga solo sobre la madre una práctica difícil y penosa. Por otra parte, el padre debe evitar hacer “de mamá”, esto es, debe participar activamente en el programa educativo sin sustituir a la madre y ser más indulgente que ella a la hora de responder al bebé: todo esto, además de dificultar el programa educativo, desestabiliza emocionalmente a la compañera, en vez de ofrecerle seguridad y estabilidad.