Terapia Ericksonianamiccionar por una caña

Otro candidato a ingresar en las fuerzas armadas acudió para un examen médico que reveló una neurosis bastante curiosa y seria que lo avergonzaba muchísimo. Su dificultad se hallaba en el hecho de que era incapaz de orinar a no ser que aplicase un tubo de hierro o madera de unos 26 a 30 centímetros en el extremo del pene para  orinar a través de él.

Aparte de lo referido, parecía bien adaptado en el resto de su vida social y laboral. Todo ello nos indujo a aceptarlo como paciente en una hipnoterapia breve.

Anamnesis

La anamnesis reveló que siendo niño solía orinar a través de un agujero en una valla de madera que rodeaba un campo de golf. En una ocasión se le sorprendió en esa actividad y fue severamente castigado, humillado y avergonzado. Su reacción fue la repetición del acto de manera compulsiva y para ello se hizo con varios tubos de metal y madera. Siempre los llevaba consigo. Aunque el paciente nos contó abiertamente y con detalle toda su historia, no dejaba por ello de sentirse muy avergonzado.

Después de inducirle un trance profundo confirmamos la historia. Su actitud hacia el servicio militar era correcta y de hecho estaba muy interesado en realizarlo, pese a su problema, aunque quería saber cómo podía hacerlo sin verse demasiado afectado.

Miccionar por una caña de bambú

Como respuesta, se le dieron unas sugestiones poshipnóticas acerca de lo que debía hacer. Tenía que hacerse con una caña de bambú de 36 centímetros y practicarle unas marcas a cada cuarto de pulgada. Orinaría a través del tubo de bambú, pero de la siguiente manera: con una mano, la derecha o la izquierda, sostendría el tubo (para ello utilizaría los dedos pulgar e índice) y con los dedos sobrantes rodearía el miembro al descubierto. Adicionalmente, se le dijo que intentase sentir con los dedos el paso de la orina a través del caño.

No se le dijo nada en ese momento acerca de sentir el paso de la orina a través de la uretra con los otros dedos. También se le dijo que, en un día o dos, o una semana o dos, tendría que considerar cuánto bambú necesitaba y si podía cortar un cuarto, media o una pulgada, pero que no tenía que sentirse obligado a hacerlo. Sólo tenía que hacerlo si así se sentía más cómodo, pero que lo importante era que recordase en qué día de la semana lo cortaba, si es que así lo hacía.

Sentir el fluir de la orina

Por otro lado, se le indicó que tenía que estar seguro de tener los tres dedos sujetando el pene tal como se le había dicho, de manera que pudiese sentir de la mejor manera el fluir de la orina por el bambú. Con respecto al servicio militar, se le dijo que sería rechazado en ese momento, pero que en unos tres meses se le llamaría de nuevo para otro examen psiquiátrico. En esa segunda ocasión sería aceptado sin lugar a dudas.

La entrevista finalizó con dos sugestiones poshipnóticas. La primera iba dirigida a una total amnesia de la experiencia del trance. La otra tenía que asegurar que preparase el bambú sin saber por qué.

Cortando la caña

Unos meses más tarde (…) explicó que había obedecido las instrucciones y que se había visto a sí mismo comprando una caña de bambú. En ese momento, tuvo un recuerdo repentino de lo sucedido durante el trance. Aunque al principio se preocupó por la violación de la amnesia, empezó a desarrollar un sentimiento de esperanza de que resolvería su problema.

Durante una semana estuvo orinando con el bambú y al final llegó a la conclusión de que podía cortar media pulgada del mismo, pero se sorprendió a sí mismo de nuevo cortando una pulgada. Esto le puso muy contento y, de repente, se dio cuenta de que había cortado el bambú en jueves (por qué el jueves, es algo que no pudo explicar). En otra ocasión cortó dos pulgadas y unos días más tarde, otra más.

Al término del mes solo quedaba un cuarto de tubo. Un día, mientras usaba el bambú para miccionar, se dio cuenta de que los tres dedos que agarraban el pene tenían todo el aspecto de tubo natural. Así que dejó lo que quedaba del bambú y se puso a orinar libre y cómodamente. Lo hizo con la mano derecha y con la izquierda, e introdujo la innovación de extender el dedo meñique. Se dio cuenta, pues, de que podía orinar sin la necesidad de ningún mecanismo especial. El terapeuta le propuso ir al lavabo en ese mismo momento para confirmar ese extremo. Inmediatamente, preguntó: ¿Dónde va a colocarse usted? ¿Detrás de mí?. Dicho esto, rió con ganas y dijo: Eso no es una valla de madera. Eso pertenece a mi pasado. Puede estar donde quiera. A mí no me importa.

Ansiedad redireccionada

(…) Se le aseguró que la gente normalmente no sabe cómo manejar problemas tan sencillos como éste, que precisamente su intensidad en intentar ponerle remedio les impide resolverlo. La duración total del trance fue de menos de una hora.(…) El tubo de madera o de metal fue transformado en bambú, después en un cilindro formado por los dedos corazón, anular y meñique y, después, en un tubo constituido por el propio falo. (…)

En estos casos, los pacientes presentaban ansiedad a consecuencia de las reacciones negativas de la gente frente a sus problemas. La terapia se basó en la utilización sistemática de esa ansiedad mediante el redireccionamiento y transformación de la misma. (…)

Para el paciente D, la transformación de la ansiedad progresó: del tubo a sentir el paso de la orina, al recorte del tubo, al día en que lo recortaría y finalmente a la cuestión de dónde se situaría el autor para observar su conducta.

Por lo tanto, lo que se hizo fue utilizar la ansiedad existente, prolongarla y transformarla en una emoción normal que permitiese un ajuste normal. Lo último que se sabe de los pacientes es que realizaron el servicio militar satisfactoriamente durante al menos nueve meses. Después, se perdió el contacto con ellos.

(Extraído de aquí)

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