Superando la Asfixia Autoinducida: Terapia para la sensación de falta de aire
El primer paso de una terapia para el “hambre” de aire, y de su consecuente mecanismo que lleva a la “construcción” del pánico por la asfixia autoinducida, es sin duda el de definir con claridad y de manera concreta las características en la primera charla con el paciente. Normalmente estos sujetos llegan a terapia con un nivel de ansiedad por encima del nivel de funcionalidad y en un constante miedo al evento del ahogo, totalmente inconscientes de ser ellos mismos los artífices de lo que se sienten víctimas. Por lo tanto, conducirlos a descubrir la trampa oculta en la que han caído no es solo una fase diagnóstica sino el inicio de la propia terapia.
El psicoterapeuta experto conduce al paciente a descubrir cómo crea su trastorno gracias a las preguntas discriminantes […] Por ejemplo:
La sensación de la falta terrorífica de aire, ¿la siente constantemente o solo cuando controla su respiración? O… Cuando siente que le falta el aire ¿trata de tener más inspirando o trata de relajarse? O… Cuando respira más profunda y rápidamente ¿aumenta o disminuye la sensación de falta de aire? Habitualmente las respuestas hacen emerger que el hambre de aire aumenta desmesuradamente cuando escuchan y controlan su respiración, y que ello lo lleva a tratar de respirar más, y cuanto más inspira más siente la falta de aire […] una reacción que no hace más que exacerbar el malestar en lugar de reducirlo […]
Normalmente, el paciente replica que comprende bien el mecanismo pero que no consigue hacerlo de otra manera, por el pánico que lo fuerza desesperadamente a tratar de inspirar más aire […] Entonces, el psicoterapeuta experto declara que de hecho no es su culpa sino parte del trastorno, y que es posible, incluso rápidamente, modificar terapéuticamente la reacción si sigue al pie de la letra las instrucciones […]
Soplar velas de cumpleaños: Un ejercicio terapéutico
Para esta finalidad se ha puesto a punto la siguiente prescripción sugestiva:
Fíjate, para cambiar la situación se debe proceder con una especie de recorrido de rehabilitación en la correcta y espontánea respiración. Deberás hacer un ejercicio diariamente que te hago experimentar conmigo. Bien…¿cuándo será tu próximo cumpleaños? ¿Cuántas velas tendrá tu tarta? Ahora, imagina el día de tu cumpleaños y el momento en el que soplarás las velas de tu tarta…Bien, sopla para apagarlas…aquí, ahora, delante de mí.
La mayoría de las veces el soplo es débil porque la persona inspira demasiado y no consigue espirar igual de fuerte, lo que se le hace ver de manera simpática:
Con su soplo no ha apagado ni cinco…si quiere ser más capaz inspire menos y levemente, y después sople fuerte… (a menudo se hace una demostración). Verá que apagará así muchas más…
Después de algunos intentos, todos consiguen un soplido fuerte prolongado, y entonces se les hace concentrarse sobre las sensaciones que se has producido:
Bien…ahora concéntrate sobre las sensaciones que te transmite…una sensación de relajación de la espalda y del pecho y un vaciamiento total de los pulmones con el abdomen bajo que se contrae en el esfuerzo […]
Conseguido el objetivo, fundamental desde el punto terapéutico, se prescribe al paciente que haga la tarea ahora de manera ritualizada cada día:
Bien…de aquí a cuando nos volvamos a ver, cada día y cada hora del día, a las ocho, a las nueve, a las diez…deberás hacer cinco veces el ritual de apagar las velas, perfeccionando cada vez más la capacidad de soplar fuerte y prolongadamente… para que reeduques tu respiración y tu mente y esta perciba las sensaciones benéficas de cuando se hace de manera correcta y sana […]
La prescripción se mantendrá en el tiempo, dilatando progresivamente el espacio entre un ejercicio y otro: de una hora a dos horas, luego cada tres horas, cada cuatro, hasta que la persona haya adquirido la capacidad de no recurrir más a la hiperinspiración frente al miedo de quedarse sin aire […]