Escuela de Palo Alto y WatzlawickFobia social, paranoia y deliriosal otro lado del límite delirios

Intervención en caso de delirios

Cuando un paciente expresa ideas que van más allá de lo que cree la gran mayoría de las personas y, sobre todo, cuando se muestra totalmente convencido de ellas, se considera que el problema es grave (…) Se considera que el paciente está fuera del alcance de la lógica o del discurso normal, y el terapeuta suele creer que está tratando con una persona trastornada y posiblemente peligrosa.

En general, al tratar los delirios, se evitan los enfrentamientos directos, del tipo: “¿Conque crees que eres Jesús? ¡Pero qué locura!”. En cambio, los terapeutas intentan convencer a sus pacientes de que sus delirios no son reales presentándolos de un modo implícito como productos de una enfernedad mental, una actitud que se refleja en preguntas como: ¿Cuándo empezó a pensar que…?, acompañadas de otras acerca de acontecimientos estresantes o excepcionales ocurridos en el momento de su aparición.

Otras preguntas pueden cuestionar el delirio de un modo más explícito: “Cuando se lo contó a otras personas, ¿sintió que lo miraban de un modo extraño?” “¿Por qué creen que lo ingresaron? ¿No sintió que le pasaba algo?” “¿Por qué está tan seguro de que…?”

Así, en general, los métodos tradicionales ponen en entredicho el delirio, ya sea de un modo explícito o implícito. La mayoría de los terapeutas cree que una terapia no puede ser productiva hasta que el paciente reconoce que su creencia no tiene ninguna base razonable. Si, al enfrentarse al reto, el paciente persiste con su delirio, el terapeuta suele pensar que dicha persistencia es una señal de la gravedad del caso en lugar de demostrar la inutilidad de su procedimiento (…)

Lo que usted cree sí es válido

La alternativa principal del terapeuta es la de adoptar la postura: “Lo que usted cree sí que es válido”.
Puede que cueste mantener esta postura, sobre todo cuando el delirio se expresa de un modo amenazador y cuando el paciente se muestra capaz de emprender una acción drástica para protegerse de la persecución. Conviene tener en cuenta que intentar que el paciente acepte que su creencia es infundada es lo mismo que discutir, y que lo más probable es que una discusión polarice la situación (…)

El caso de Janet

La oficina de bienestar social me envió (a Richard Fisch) una mujer (a la que llamaremos Janet) de 32 años, soltera y en paro. Vivía de ayudas públicas porque la consideraban una discapacitada psíquica. Cuando le pregunté por qué acudía a mi consulta, contestó que no sabía como responder a los intentos de acercamiento que le hacía Fidel Castro. Tras recordar el caso de Jackson y el trabajo que habíamos hecho en el Centro de Terapia Breve, comprendí que no tenía sentido poner en entredicho lo que decía.
R.F: ¿Qué tipos de intentos de acercamiento?

JANET: Bueno, es que está enamorado de mi.

R.F: ¿Y cómo se lo ha hecho saber? Al fin y al cabo; Fidel Castro está en Cuba.

JANET: No, está en San Francisco

R.F: ¿Ah, si? Me sorprende, porque no se puede decir que en este país lo quieran mucho. Pero con los gobiernos nunca se sabe lo que puedan llegar a hacer. ¿Así que cómo le expresa su amor por usted?

JANET: No lo hace directamente; siempre a través de sus agentes.

R.F: Ah, ¿y eso cómo es?

JANET: Bueno, cuando voy por la calle paso al lado de dos o tres hombres que están hablando y me doy cuenta por lo que dicen que es un mensaje de Castro de que me quiere.

R.F: ¿Alguna vez ha sido lo suficientemente hombre como para decírselo directamente a la cara?

JANET: No, siempre lo ha hecho a través de sus agentes.

R.F: Hum. Dado que la quiere, ¿la ha invitado alguna vez a cenar?

JANET: No.

R.F: ¿Nunca? ¿Ni siquiera una vez?

JANET: No.

R.F: ¿Y al menos la ha invitado al cine, aunque solo fuera para ver una película mala?

JANET: No, tampoco

No pierda el tiempo con esa clase de hombre

R.F: ¿Me está usted diciendo que ese hombre dice que la quiere pero no se atreve a decírselo directamente a la cara y que tampoco se gasta ni un duro en usted?

JANET: Bueno, supongo…sí, así es.

R.F: Janet, usted no quiere perder el tiempo con esa clase de hombre; es demasiado buena para alguien así. (Janet sonríe y se muestra satisfecha). Piénselo, ¿y qué le parece si nos volvemos a ver la semana que viene?

JANET: (sin dejar de sonreir). De acuerdo.

Janet empezó la siguiente sesión diciendo: ¿Se acuerda de lo que le conté de Castro? Pues eso se acabó; no es importante. Le diré para qué necesito ayuda. Llevo mucho tiempo sin trabajar, y ya estoy harta de vivir de la caridad. Quiero volver a trabajar y la idea me aterroriza. Nada más pensarlo se me pone la mente en blanco. ¿Puede ayudarme con este problema?

Le expliqué a Janet que también me dedicaba a ese tipo de problemas. El resto de las sesiones las dedicamos a hablar de eso. Acabó la terapia tras iniciar un programa de formación profesional con el que tenía además muchas posibilidades de encontrar un empleo (…)

Evitar la lucha con el paciente y aprovechar la incoherencia de los delirios

El lector habrá advertido en estos ejemplos que aceptar el delirio en lugar de ponerlo en entredicho conlleva cierta picardía. Se puede evitar la triste lucha por conseguir que el paciente reconozca que sus ideas no son reales y que se basan en algún tipo de psicopatología y, en cambio, se pueden buscar las contradicciones internas en el propio delirio. De hecho, a menudo el paciente que supuestamente tiene delirios no actúa de un modo coherente con el delirio en cuestión.

Por ejemplo, Jerry, aunque decía que el FBI lo tenía bajo constante vigilancia, no hizo nada para comprobar si había agentes espiándolo en la puerta de mi oficina, lo que habría sido muy lógico. En el caso de la mujer que decía que Castro estaba enamorado de ella, ella no se preguntó hasta qué punto él era un hombre adecuado para ella, lo que habría sido normal en una mujer que habla de un hombre que dice que la quiere pero que nunca le ha hecho caso de un modo tangible. (…)

A veces cuestionar una idea puede dar lugar a que el individuo se retracte de ella, pero en el caso de alguien con delirios paranoicos, cuestionarla hace que la persona se mantenga en su posición con mayor firmeza. Esa conducta nos plantea la pregunta: ¿es la persistencia de una idea extraña una manifestación de una paranoia fija o una respuesta a los continuos desafíos a esa idea?
Nosotros tendemos a actuar de acuerdo con esta última explicación.

(De “Cambiando lo incambiable. La terapia breve en casos intimidantes”.Richard Fisch y Karin Schlanger. Herder Editorial)

2 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *

Publicar comentario