Escuela de Palo Alto y WatzlawickFobia social, paranoia y deliriosdelirio

¿Cómo tratar un delirio?

La mayoría de los terapeutas cree que una terapia no puede ser productiva hasta que el paciente reconoce que su creencia no tiene ninguna base razonable. Si, al enfrentarse al reto, el paciente persiste con su delirio, el terapeuta suele pensar que dicha persistencia es una señal de la gravedad del caso en lugar de demostrar la inutilidad de su procedimiento.

Como con cualquier otro tipo de problema, nos interesan más los intentos fallidos, aunque persistentes, para cambiar una conducta indeseable. En un tratamiento tradicional se intenta poner en entredicho la creencia del paciente. Para desviarse de esa solución intentada, la alternativa principal del terapeuta es la de adoptar la postura contraria.

Puede que cueste mantener esta postura, sobre todo cuando el delirio se expresa de un modo amenazador y cuando el paciente se muestra capaz de emprender una acción drástica para protegerse de la persecución. Conviene tener en cuenta que intentar que el paciente acepte que su creencia es infundada es lo mismo que discutir, y que lo más probable es que una discusión polarice la situación.

Ejemplo de un caso de Don Jackson

Este primer ejemplo es de un caso que trató Don Jackson (fundador y guía espiritual del Instituto de Investigación Mental) a principios de los años 60. Nos lo presentó como una manera innovadora de tratar a un paciente diagnosticado como paranoico.

El paciente era un hombre casado de cuarenta y pocos años que había ocupado un cargo de responsabilidad y al que le habían sugerido que pidiera la baja por enfermedad cuando insistió en decir a sus compañeros de trabajo que una organización gubernamental –la CIA, el FBI u otra por el estilo– lo espiaba y lo seguía, le vigilaba la casa y le había intervenido los teléfonos. Tras mucho insistir, la empresa lo convenció de que pidiera ayuda psiquiátrica y al final lo derivaron a Jackson.

Poco después de dar los habituales datos personales, el paciente dijo con toda naturalidad: “Sé que hay un micrófono escondido en la oficina”

“Vamos a buscar el micrófono”

En lugar de poner en entredicho su afirmación Jackson se irguió y, con una expresión de clara preocupación e irritación, exclamó: “Tiene razón, vamos a buscarlo”. Acto seguido, se puso a buscar en los cajones del escritorio, a palpar debajo de la mesa y a examinar el teléfono. El paciente, que seguía sentado, se sorprendió al ver la reacción de Jackson y la intensidad de su búsqueda..

Jackson se volvió hacia él y le dijo: “Ayúdeme a buscarlo”. Jackson se lo repitió al ver que el paciente vacilaba, hasta que al final el hombre se levantó y, titubeante, hizo esfuerzos por buscar debajo de las sillas, sin dejar de mirar a Jackson para ver qué hacía. De vez en cuando, Jackson le preguntaba: “¿Lo ha encontrado?” y cuando el otro le contestaba que no, le decía: “Siga buscándolo”  Al cabo de un rato, el paciente se sentó, pero Jackson le insistió en que siguiera buscando el micrófono.

Tanto esa sesión como las posteriores transcurrieron de la misma manera, sin que el hombre volviera a mencionar al FBI ni los teléfonos intervenidos. […]

Aceptar el delirio sin cuestionarlo

El lector habrá advertido en estos ejemplos que aceptar el delirio en lugar de ponerlo en entredicho conlleva cierta picardía. Se puede evitar la triste lucha para conseguir que el paciente reconozca que sus ideas no son reales y que se basan en algún tipo de psicopatología y, en cambio, se pueden buscar las contradicciones internas en el propio delirio. De hecho, a menudo el paciente que supuestamente tiene delirios no actúa de un modo coherente con el delirio en cuestión.

A veces cuestionar una idea puede dar lugar a que el individuo se retracte de ella, pero en el caso de alguien con delirios paranoicos, cuestionarla hace que la persona se mantenga en su posición con mayor firmeza. Esa conducta nos plantea la pregunta: ¿es la persistencia de una idea extraña una manifestación de una paranoia fija o una respuesta a los continuos desafíos a esa idea?

Nosotros tendemos a actuar de acuerdo con esta última explicación.

(De “Cambiando lo incambiable. La terapia breve en casos intimidantes”.Richard Fisch y Karin Schlanger. Herder Editorial)

1 comentario

  1. Esto dice Watzlawick sobre Don Jackson:
    … Mis padres intelectuales, reconoce Watzlawick con sentida emoción, fueron Gregory Bateson y el psiquiatra Don Jackson del cual nunca pude desentrañar algunos misterios de su genialidad clínica; recuerdo que cada miércoles durante varios meses, Jackson escuchaba grabaciones de entrevistas de no más de cinco minutos que consistían en preguntarles a las famillas citadas: ¿cómo se encuentran ustedes? Con esta brevísima grabación, Don (Jackson), siempre acertaba con el diagnóstico exacto. Más que un diagnóstico con rótulos psicopatológicos, se trataba de predicciones pronósticos tales como: si tiene un hijo será delincuente, si tienen una hija tendrá problemas psicosomáticos etc… Nunca pude descubrir como Don arribaba a tales diagnósticos o predicciones que invariablemente resultaban ciertas. Ante mis preguntas solía darme explicaciones tan profundas como: “bueno, por el modo en que la madre se rió en tal momento…”. En una oportunidad anexamos a estas entrevistas, tres familias que considerábamos “normales”. Luego de escucharlas, Jackson por primera vez, pidió volver a escucharlas y luego de hacerlo dijo: “No sé, a mi me parecen normales”.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *

Publicar comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.