"Problem solving estratégico"Miedos, fobias y pánicoenemigo

Un caso muy especial fue el de un campeón en el deporte de lucha que vino a pedirme ayuda debido a una dificultad paradójica que tenía en la disciplina en que era un auténtico campeón. El atleta estaba asustado por dos adversarios y se sentía incapaz de enfrentarse a ellos sobre el ring, hasta el punto de haber evitado literalmente el enfrentamiento con ellos eludiéndolos en la organización de sus encuentros. El problema era que, tratándose de un profesional, no podía seguir posponiendo la lucha contra estos dos rivales, puesto que los tres habían llegado al máximo nivel internacional de su categoría, y pronto tendrían que enfrentarse entre sí para decidir a quién correspondía el título. El problema estaba claro, como también que el objetivo sería no solo conseguir que luchara contra sus rivales sino lograr que lo hiciera sin sentir miedo.

https://youtu.be/TWa2lbuOHAg

Las soluciones intentadas

Las soluciones que había ensayado eran:

  • el intento de evitación que, como ya hemos dicho, había utilizado hasta entonces pero que ya no era posible mantener
  • el intento de no pensar en los dos adversarios porque según explicaba, cuando lo hacía, se ponía a temblar literalmente de miedo.

Esto lo había llevado incluso a no hacer lo que es práctica habitual en estas disciplinas, esto es, estudiar al adversario y sus características utilizando las grabaciones de vídeo de sus combates.

El deportista afirmaba que cada vez que había visto pelear a sus colegas se había convencido de no estar a su altura, no desde el punto de vista técnico y de capacidad marcial, sino en cuanto a carácter. Los dos rivales parecían mucho más agresivos, claramente más “malos” en sus enfrentamientos en el ring, y esto era lo que le infundía un profundo temor, hasta el punto de haber dejado incluso de estudiarlos.

Como ya se ha señalado antes, cuando se presentan problemas basados en el miedo, el tipo de solución que suelen poner en práctica las personas es justamente la que utilizaba nuestro guerrero asustado: la negativa a enfrentarse al miedo y la tendencia a evitar las situaciones que se perciben amenazadoras. Estos dos intentos de solución fallidos conducen al incremento del miedo y no a su disminución. Es más, muy a menudo lo transforman en auténtico pánico.

Las técnicas para el miedo

Como en la mayoría de casos de este tipo, mediante una técnica desarrollada específicamente para esta clase de problemas se fue guiando al atleta hasta obligarle a mirar cara a cara al miedo a fin de transformarlo en valor. En primer lugar se le invitó a entrenarse todos los días, durante un tiempo fijado de antemano y en una situación de aislamiento, a imaginar las peores fantasías respecto al combate con los dos rivales enemigos. Se le indicó que debía abandonarse a todo lo que surge en ese espacio, que debía dejar que se expresaran libremente todas las emociones y las sensaciones evocadas al imaginar las peores fantasías.

La consecuencia de esta prescripción es que se produce un auténtico efecto paradójico: al evocar voluntariamente el miedo y todas las imágenes asociadas se bloquea la expresión a nivel psico-fisiológico. Esto es lo que hay que lograr que descubra la persona, a fin de colocarla en la condición de ser como santo Tomás, el que toca con la mano para creer. Una vez logrado este primer objetivo, mediante un auténtico entrenamiento, se enseña de modo progresivo a la persona a aumentar voluntariamente el miedo para reducirlo.

En el caso de nuestro luchador, el resultado fue para él en verdad sorprendente, ya que nunca habría pensado que el mejor modo de calmar el miedo fuese alimentarlo de forma voluntaria.

El espejo del alma del enemigo

Tras este descubrimiento y entrenándose a conciencia, el luchador empezó a estudiar a sus futuros contrincantes, analizando puntualmente las grabaciones de los combates más importantes. Esto le llevó a redimensionar en buena medida a sus adversarios, y empezó a descubrir en su forma agresiva de pelear numerosos puntos débiles en los que hacer hincapié en los futuros entrenamientos. Pero todavía le faltaba vivir otra experiencia antes de estar del todo preparado para enfrentarse a los dos agresivos rivales: conseguir aguantar su mirada “mala” sin sentirse aplastado por su personalidad. Para lograr este objetivo se le indicó que debía conocerlos antes de enfrentarse a ellos en el ring, incluso que debía invitar amablemente a cada uno a un encuentro amistoso antes de los dos duelos previstos.

En otras palabras, nuestro atleta invitó a cenar a cada uno de los rivales, con el objetivo de conocer fuera del ring a la persona con quien tendría que luchar. La consigna que se le dio era que se mostrase con ellos lo más amable posible, pero que al mismo tiempo mantuviera la mirada fija en el futuro contendiente. No en actitud de desafío, sino como lo haría con una persona a la que se tiene interés de conocer. La sugerencia se inspiraba en la idea de que si se considera que los ojos son “el espejo del alma”, hay que mirarlos para entender lo que puede haber detrás de esa mala mirada en el ring.

Estudiar al enemigo con amabilidad

Y así fue como nuestro luchador, en su encuentro con los dos rivales, pudo conocer a la persona que había detrás del personaje. Refirió que en un caso se había encontrado con una persona insegura y totalmente desconcertada por su amabilidad, hasta el punto de dar muestras inequívocas de embarazo varias veces durante la charla. En cambio, el segundo adversario le pareció un auténtico actor de teatro, que durante toda la cena exhibió sus dotes fuera del ring. Por ejemplo, el hecho de ser un fantástico amante o de saber cantar mejor que los cantantes profesionales. A este respecto, nuestro atleta citó la frase de uno de sus antiguos maestros: “Quien se exhibe no brilla”.

Así fue como nuestro guerrero asustado recobró la serenidad, tras haber redimensionado totalmente a sus adversarios, por un lado, y sus relaciones fóbicas, por otro. El torneo internacional en el que participaron los tres terminó con la victoria ex aequo de nuestro atleta y del actor, mientras que el inseguro acabó en segundo lugar. Lo curioso es que los tres llegaron a ser verdaderos amigos. Nuestro guerrero, ya no asustado, me explicó que los dos lo consideraban el rival más preparado y valiente con quien se habían enfrentado nunca.

La fragilidad aceptada y controlada se convierte en un punto de fuerza; la amabilidad puede derrotar a la brutalidad.

(Extraído de aquí)

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