Terapia Ericksonianarapport

Acompasar al cliente es algo siempre aconsejado. Se ha llegado a decir que imitar su acento, su tono de voz, mimetizar sus gestos y emplear sus palabras favorecía el rapport. Hay que destacar que, efectivamente, el acercamiento se favorece cuando se habla de un mismo lenguaje […] Pero hay que evitar caer en una imitación que pudiera parecer artificial, cuando no una mofa […]

Hay quien ha defendido el ponerse en los zapatos del otro, y me voy a permitir decir que, si algo hay que rehuir, es esa identificación con la situación de bloqueo o desesperanza que la persona puede estar sufriendo, porque si uno se asocia a su situación en lugar de proponerle búsquedas de recursos, tal vez se sienta uno mismo igualmente desanimado y pesimista. Una cosa es la empatía y otra distinta la compasión bien entendida.

Ya que estamos hablando de metáforas, emplearé una con la que logro que los alumnos no olviden en qué punto se ha de colocar el terapeuta: Si estás viendo a alguien hundirse en arenas movedizas… ¿te tiras a ellas para comprender bien su situación y sentir lo que esa persona está sintiendo o te quedas en tierra firme para poder alargarle una mano o un palo y que se agarre y pueda salir? Es la diferencia básica entre los conceptos de empatía y compasión.

El rapport y la observación

Un buen acompasamiento ha de ser como un baile: tienes que lograr que la persona baile contigo […] Esto se logra, por lo tanto, empezando por la observación.

La observación es algo imprescindible en el modelo Ericksoniano. No es posible lograr un estado hipnótico sin observar al cliente […] Se trata de establecer una relación con ese interlocutor, con su realidad, con quién es y cómo es, y aceptarle tal y como se le está observando, sin juzgarle. En eso consiste el establecimiento del auténtico rapport.

Jeffrey Zeig, el director de la Milton Erickson Foundation, suele explicar que la primera fase de una sesión ericksoniana (la entrevista) consiste en dejarse hipnotizar por el cliente, y la segunda parte, en tomar el relevo y ser uno quien hipnotiza al cliente. Aunque suene a exageración, tiene mucho de verdad. Durante la entrevista, en la que se va avanzando la intervención y que en parte es a veces una hipnosis conversacional, lo que el terapeuta hace es focalizar la atención en lo que está escuchando y trata de absorber el mundo y la realidad del cliente. Acto seguido, toma la iniciativa y, a partir de las conclusiones, descubrimientos y propósitos que el cliente/paciente ha ido exponiendo gracias a las preguntas realizadas, utiliza todo lo recabado y lo envuelve en una metáfora hipnótica.

El buen rapport y el acompasamiento facilitan que el cliente entregue su mundo con autenticidad, y de la observación de este se obtiene la materia prima para construir una metáfora a su medida, improvisada en el momento con elementos de su vida (incluyendo sus recursos) y apropiada a sus necesidades de cambio o de crecimiento.

 

(Extraído de aquí)

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