(Tras haber hecho entrar en trance a la paciente con miedo a vomitar):
Tú sabes que en este mundo hay muchas maneras de adaptarse a la vida. A mí me espantaría tener que nadar en el Océano Ártico, pero a la morsa le gusta, y a la ballena le gusta. Para mí en la Antártida hace mucho frío. No me gustaría nada ser un pingüino y tener que incubar un huevo a quince grados bajo cero, manteniéndolo entre mis patas y aguantándome el hambre durante seis semanas hasta que mi rechoncha esposa vuelva del océano y me reemplace en la incubación del huevo.
Ballenas y plancton
Y tú sabes que las ballenas, esos enormes mamíferos, viven de plancton, las partículas microscópicas que hay en las aguas oceánicas. Y me pregunto cuántas toneladas de agua pasan por la boca de la ballena para que ella saque de allí plancton suficiente. Porque como tú sabes, a mí me alegra que la ballena pueda comer plancton y volverse grande y corpulenta. Y los famosos buzos autónomos de Australia disfrutan cabalgando sobre el lomo del tiburón leopardo mientras éste nada perezosamente, dejando que el agua del mar pase por sus branquias para tomar su oxígeno y peinando sus branquias para obtener el plancton que le permita alimentar su corpachón.
El picarro y sus crías
¿Tienes algo que objetar a que las ballenas y tiburones vivan de ese modo? Y vi un programa educativo acerca de un picarro o pájaro carpintero, preparado por un aficionado a la ornitología de la Selva Negra. El picarro se pasó tres semanas horadando un orificio suficiente para albergar a sus crías dentro. El aficionado, aprovechando que papá y mamá picarro se habían ido en busca de alimento, hizo un agujero que llegaba hasta el nido, sacó la madera y la reemplazó por un panel de vidrio. Luego instaló una lámpara eléctrica para poder filmar el ritmo de crecimiento de los polluelos.
Por último, le colocó a uno de los polluelos un anillo en torno al cuello y en ausencia de sus padres les vaciaba la garganta para ver con qué clase de comida se lo estaba alimentando. Descubrió así que el picarro es un ave vital para la preservación de los bosques: el alimento consistía en escarabajos comedores de hojas y de madera, que destruyen el follaje y la corteza de los árboles.
Por supuesto, los padres salen a buscar escarabajos, y tienen un buche donde predigieren a esos duros bichos. Y al volver al nido regurgitan los escarabajos, a medias digeridos ya, en los picos abiertos de sus crías.
Regurgitar para salvar la vida
Por mi experiencia, creo que el amamantamiento es una forma muy superior de obtener comida. Si yo fuera un pájaro carpintero recién nacido, preferiría los escarabajos regurgitados, ya predigeridos. Y así, aunque los seres humanos son superiores a todos los demás animales por su desarrollo, tienen en su vida el equivalente de estos aprendizajes tan peculiares de otros animales. Nosotros utilizamos la regurgitación para salvar la vida. Los picarros utilizan la regurgitación para salvar la vida. Los seres humanos se tragan las cosas al instante solo para que su estómago les reproche: Pedazo de idiota, desembarázate de esto ahora mismo, y por la vía más corta posible.
¿No está bien, acaso?
Y me parece maravilloso que los seres humanos tengan estómagos sin cerebros pero con bastante inteligencia para espetarles: ¡Desembarázate de esta porquería lo más rápido posible!
Pues bien, todas estas cosas de la vida humana son muy, muy importantes y admirables.
Ahora, ¿piensas que vas a volver a tener miedo de vomitar? No es necesario que lo tengas. Es bueno que no debas depender del cerebro de tu cabeza. Y podría decirse que la reacción es a menudo mucho más inteligente que las reacciones de la mente. (…)
Que le sirva de lección: no todos los cerebros están ubicados en su cráneo.