La trampa
Había una vez un monito al que le encantaban las cerezas. Un día, al ver una particularmente bonita, roja y carnosa, bajó del árbol para cogerla. Desafortunadamente, la fruta estaba dentro de una botella de vidrio transparente. El mono comprendió que sólo podía cogerla metiendo la mano dentro de la botella, y así lo hizo.
Pero al agarrar la cereza se dio cuenta de que ya no podía sacar la mano de la botella porque su puño cerrado sobre la cereza era mayor que el diámetro del cuello.
La cereza dentro de la botella era una trampa preparada por un hábil cazador que sabía muy bien lo golosos que eran los monos. Cuando oyó los lamentos del animal, el hombre se aproximó. El monito intentó escapar, pero como tenía la mano dentro de la botella y no quería soltar la cereza no pudo moverse lo bastante aprisa para huir.
El cazador atrapó la mano, le dio un golpe seco en el codo para hacerle soltar su botín y se encontró con la presa capturada y el cebo intacto. En Brasil utilizan aún hoy este método para capturar monos.
Nota: en Brasil los nativos utilizan una trampa para monos a la que llaman cumbuca: Abren en una calabaza un agujero apenas lo bastante grande para que el mono meta la mano; luego clavan la calabaza en el suelo y le ponen dentro algo que atraiga al animal, generalmente una fruta como el plátano. El imprudente mono agarra el plátano, pero no lo puede sacar con la mano cerrada; y como no lo suelta, queda atrapado.
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