Imaginemos que viene una persona y empieza diciendo: Tengo miedo a volar.
Mis colaboradores y yo hemos puesto a punto una prescripción para el miedo a volar cuyo porcentaje de éxito por lo que a mí respecta es del 99%; no se trata obviamente de una fobia sino de un miedo concentrado, por lo tanto muy sencillo de hacer superar. Consideremos que quien tiene miedo a volar (aerofobia) teme sobre todo la fase previa al vuelo, por lo tanto, si conseguimos que suba al avión, ayudado por un ritual que desplace la atención para poner en práctica durante el vuelo, el miedo suele pasar.
La peor fantasía y observar el miedo ajeno
Tras haber hecho la prescripción paradójica de la peor fantasía pido a la persona que se presente en el aeropuerto. La persona tiene que llegar a la zona de facturación de equipajes, facturarlo y hacer dos cosas: en primer lugar, empezar a mirar a todas las personas que están esperando el vuelo e intentar ver en ellos señales de miedo, estando muy atento a los momentos tópicos.
Después, cuando anuncian el vuelo, pido que observe a las personas que van delante y atrás y las que están paradas, como bloqueadas, e incluso a las personas que se rascan o que tienen la mirada fija.
Apretar los dedos para superar la aerofobia
Otro momento tópico es cuando hay que ponerse en fila y allí, además de observar las señales de miedo nuestro paciente tendrá que hacer algo consigo mismo, cruzar los dedos, cerrar las manos y apretar los dedos, determinar el pulgar dominante, doblarlo y apretar: “Cada vez que sienta miedo empiece a apretar, hasta que le duela”.
Tendrá que permanecer así todo el tiempo de espera, mirando el miedo de los demás, cruzando los dedos y, si es necesario, apretando con fuerza. Una vez a bordo tendrá que prestar atención a los momentos más críticos que los anteriores: el motor que se pone en marcha, el avión que empieza a moverse, a acelerar, y mirar las caras atemorizadas de los pasajeros, apretando con fuerza el dedo, sobre todo cuando el avión haga la primera curva.
Tendrá que estar con los dedos así hasta que el miedo haya desaparecido -y de este modo hemos lanzado la creencia, la profecía de que el miedo desaparecerá-. Una vez haya llegado a su destino me telefoneará, y después incluso puede enviarme una postal. En estos años he recibido muchísimas postales.
El ritual que hago seguir a la persona con miedo a volar (aerofobia) desplaza su atención sobre lo que debe realizar, que entre otras cosas es un poco estúpido y embarazoso. Esto significa surcar el mar sin que el cielo lo sepa.
(De Surcar el mar sin que el cielo lo sepa. Giorgio Nardone y Elisa Balbi. Herder Editorial)