"Pienso, luego sufro"Duda patológica y obsesionesTerapia Breve Estratégicaduda

Hay personas que convierten la delegación en un principio de vida, como subterfugio para evadir dudas e incertezas. En estas personas la inseguridad y la duda de equivocarse en la elección son tan profundas que las obliga a pedir apoyo constantemente y en ocasiones, ayuda concreta. Tal dinámica, que podría parecer extrema, es en realidad una de las situaciones más frecuentes observadas en los últimos 20 años.

Como pusimos de manifiesto en un trabajo de 2001 (Nardone, Giannotti, Rocchi, 2001), la evolución de una familia y de una sociedad hacia modelos cada vez más hiperprotectores crea individuos incapaces de asumir responsabilidades. Individuos indecisos e inseguros ante las elecciones importantes.

Si los padres se muestran decididos y tranquilizadores, se advierte a menudo la tendencia a delegar en ellos las elecciones. Pero si también el padre y la madre pertenecen a la categoría de los delegantes, la situación se complica aún más.

Si quien es fiable y protector es uno de los miembros de la pareja, a menudo se tiende a delegar la responsabilidad en él o ella. De modo que las parejas acaban rigiéndose por la complementariedad entre un sujeto inseguro y que delega y otro decidido y tranquilizador.

Este fenómeno no es grave de por sí, pero llega a serlo cuando resulta excesivo. Transformándose en una auténtica fuente de incapacidad personal y de dudas constantes sobre las propias potencialidades. El mecanismo ambivalente que se estructura en la interacción entre la persona que delega y la que lo soporta provoca un modelo redundante: Delego en ti la responsabilidad de esta decisión porque tengo la duda o la certeza de ser incapaz de tomarla yo. Por otra parte, tú, movido/a por las mejores intenciones, me ayudas asumiendo la responsabilidad en mi lugar.

La delegación de la duda confirma la incapacidad

Este modo de razonar, si bien me hace sentir sereno, protegido, tranquilizado, prueba también mi incapacidad de decidir en primera persona. Este doble mensaje produce un efecto asimismo doble: por una parte me hace sentir seguro, por otra, confirma y amplía las dudas sobre mis capacidades personales.

La reiteración de este guión en el tiempo resulta contradictoria, dado que lo que me tutela, y a la vez me descalifica, hará que luego me sienta aún más incapaz. Y me llevará cada vez más a necesitar delegar en los otros la responsabilidad de mis elecciones. Lo que habría debido liberarme de la tortura de la duda y la indecisión, me aprisionará en una inseguridad y una desconfianza cada vez más profundas. Resumiendo, las tipologías de la “duda tirana” gestionadas de manera contraproducente a escala interpersonal son:

  • Me tranquilizo al delegar decisiones para que me resulte más sencillo diluir las complicaciones que la vida me plantea: no elijo porque es demasiado complicado. Pero me someto a las elecciones de los demás, renunciando al esfuerzo y entregando mi poder al otro;
  • Me considero bueno al delegar las decisiones a quien, por el contrario, debería tutelar: caigo en el autoengaño de ser democrático al pedir a alguien que me sustituya en la asunción de responsabilidades exclusivamente mías;
  • Siento tranquilidad al delegar a otras personas “capaces” lo que creo que soy incapaz de hacer. Me niego la posibilidad de aprender a tener confianza en mí mismo y en mis recursos.

(De “Pienso, luego sufro. Cuando pensar demasiado hace daño“. Giorgio Nardone. Paidós)

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