Para formular el ordenamiento jerárquico de la familia, el terapeuta debe formular también ciertas preguntas apropiadas: ¿Quién está a cargo de quién en la familia? ¿Quién tiene que pedir permiso a quién, y en qué casos? ¿Cuáles son las reglas que imperan en el hogar? ¿Qué consecuencias trae que se las desobedezca? ¿Qué expectativas abrigan los padres con respecto a sus hijos adolescentes o jóvenes?
Conviene asimismo inquirir el grado de poder que tienen sobre la familia otros profesionales o agentes sociales. El terapeuta necesita planear de qué manera habrá de influir en estas fuentes de poder para que colaboren con él en vez de oponerse a sus empeños.
Es necesario determinar quién tiene poder sobre quién en las siguientes esferas:
- El manejo del dinero
- El empleo del tiempo (quién decide, ya sea directamente o mediante exigencias o interferencias, de qué modo ha de utilizar otra persona su tiempo; o bien, dentro de la pareja, quién decide cómo pasarán el tiempo juntos);
- El intercambio de información (quién comunica información y quién guarda secretos; quién determina la información que será intercambiada).
Si uno de los cónyuges toma las decisiones económicas, determina qué tiempo pasará junta la pareja, y no es una persona comunicativa, ese cónyuge tiene un poder considerablemente mayor que el otro, quien tal vez deba apelar en su impotencia a una conducta sintomática para equilibrar la jerarquía matrimonial. Pero si el cónyuge poderoso pierde su posición superior, quizá busque poder en un comportamiento sintomático. En casos de adolescentes y jóvenes con perturbaciones graves, la incongruencia o inversión jerárquica se vuelve patente cuando el terapeuta descubre de qué manera gravita el joven en el uso del tiempo y del dinero por sus padres, comunicándose en formas que estos no pueden entender y manteniéndoles ciertas cosas en secreto.
A medida que se van elucidando las relaciones, suele notarse que es posible aproximarse a las jerarquías incongruentes desde diversos ángulos; por ejemplo, centrándose en el uso del tiempo, o en el dinero, o en el síntoma presentado. Para planear una estrategia, el terapeuta debe aguzar su visión, descartar información valiosa y elegir, entre varias hipótesis posibles, la que parezca más práctica y económica,
El problema presentado al terapeuta sólo habrá sido comprendido cuando se lo resuelva. Hasta entonces, la respuesta de la familia ante la estrategia terapéutica forma parte de la información que contribuye a dicha comprensión.
(De “Terapia familiar estratégica“. Cloé Madanes. Amorrortu)