Escuela de Palo Alto y WatzlawickWatzlawick: cómo amargarse la vida

Ejercicios para amargarse la vida:

Finalmente llegó la hora de poder dedicarnos a la práctica de lo que se ha explicado hasta aquí. Hemos comprendido que la creación de aquel estado -indispensable para nuestros propósitos- en el que la mano derecha no sabe lo que hace la izquierda, es algo que puede aprenderse. A este fin se propone a continuación una serie de ejercicios:

Ejercicio I

Siéntese en una silla cómoda, a ser posible un sillón con brazos; cierre los ojos e imagínese que se está comiendo un limón maduro y jugoso. Con un poco de ejercicio, el limón imaginario pronto hará que realmente se le haga la boca agua

Ejercicio II

Permanezca sentado en el sillón y con los ojos cerrados. Ahora haga que su atención pase del limón a los zapatos. No puede pasar mucho tiempo, y usted  ya empezará a notar lo incómodo que es propiamente esto de llevar zapatos. Tanto da que hasta ahora le hubiese parecido que sus zapatos le iban bien; de pronto notará puntos que aprietan y de improviso se hará consciente de otras molestias como escozores, roces, retorcimiento de los dedos, ardor y frialdad y demás sensaciones parecidas. Siga con el ejercicio hasta que el llevar zapatos, que siempre le había parecido algo natural y rutinario se convierta en francamente molesto. Luego cómprese unos zapatos nuevos y observe cómo en la tienda le parece que le van al pelo, pero después de llevarlos un poco producen las mismas molestias que los viejos.

Ejercicio III

Sentado en el sillón, mire por la ventana hasta el cielo. Con alguna habilidad, pronto verá usted en su campo visual un gran número de círculos diminutos como burbujas que con los ojos quietos van bajando lentamente y al parpadear suben rápidos. Observe también que estos círculos parece que van aumentando en número y magnitud a medida que usted se concentra en ellos. Pondere la posibilidad de que se trate de alguna enfermedad peligrosa, pues, si estos círculos llegasen a llenar todo su campo visual, usted se vería enormemente entorpecido en su vista. Vaya al oculista. Éste intentará explicarle que se trata de unas “moscas volantes” (miodesopsia) totalmente inofensivas. Entonces, piense que su oculista tenía el sarampión cuando se explicó esa enfermedad a los estudiantes de medicina de su promoción o que por puro amor al prójimo no quiere informarle del curso de su enfermedad incurable.

Ejercicio IV

En caso de que el asunto de las moscas volantes no funcione del todo bien, no es como para perder el ánimo. Nuestros oídos nos prestan una solución de recambio de igual calidad. Enciérrese en una habitación lo más silenciosa posible y compruebe que de pronto en sus oídos puede apreciar zumbidos, vibraciones, débiles silbidos o un sonido ininterrumpido. En condiciones normales, los ruidos del ambiente lo encubren; pero, con la diligencia adecuada, usted conseguirá oír el sonido con frecuencia y volumen creciente. Vaya finalmente al otorrino. A partir de aquí vale lo mismo que se ha dicho en el ejercicio III con la diferencia de que ahora el médico intentará quitar importancia al asunto diciéndole que se trata de un tinnitus normal.

Ejercicio V

Usted está bastante instruido y sin duda es también una persona de talento capaz  de traducir las particularidades desde su propio cuerpo hacia su entorno. Empecemos por los semáforos. Seguramente usted ya ha notado que tienen la tendencia a permanecer verdes hasta que usted llega, y es entonces precisamente cuando pasan de amarillos a rojos, y ya no le permiten arriesgarse a pasar el cruce. Si usted resiste a los influjos de su razón que le sugiere que se encuentra tantas veces con semáforos rojos con verdes, el éxito está garantizado. Sin saber cómo, usted conseguirá añadir cada semáforo rojo al número de los infortunios sufridos, en cambio, ignorará los semáforos verdes.

Muy pronto no podrá resistir a la impresión de que unos poderes enemigos hacen aquí de las suyas y que su influencia de ninguna manera se limita al lugar donde usted reside, sino que le persiguen incansables a Oslo o a Los Ángeles. En el caso de que usted no conduzca, puede descubrir, como situación sucedánea, que la cola que usted hace para la ventanilla de correos o del banco siempre es la más lenta, o que la puerta de embarque siempre es la que se encuentra más lejos  de su mostrador de facturación

Ejercicio VI

Ahora usted ya sabe que unos poderes misteriosos le dominan. Este conocimiento le va a posibilitar nuevos descubrimientos, pues su mirada se ha agudizado para advertir unas relaciones asombrosas  que escapan a la inteligencia ordinaria, no adiestrada para percibir estas fuerzas. Investigue usted con atención la puerta de su casa hasta que descubra un rasguño en el que antes no se había fijado nunca. Pregúntese qué puede significar: ¿será de algún ladrón?, ¿la señal de un intento de entrar en su casa?, ¿el deseo de tomarla con usted deteriorando su propiedad?, ¿una marca secreta con la que identificarle?

Resista, también aquí a la tentación de dar poca importancia al asunto; pero no cometa tampoco la falta de ir al fondo de la cuestión en un sentido práctico. Trate el problema de un modo puramente reflexivo, pues toda comprobación de la realidad de su sospecha sería contraproducente para el éxito de este ejercicio.

Si este ejercicio le ha servido para desarrollar su propio estilo y le ha agudizado los sentidos para captar unas relaciones extrañas y misteriosas; pronto usted se dará cuenta de hasta qué punto la trama de un destino fatal envuelve nuestra vida corriente. Supongamos que usted está esperando el  autobús, que ya hace tiempo que debería haber llegado. Usted se entretiene leyendo el periódico, mientras va echando vistazos a la calle. De repente, su sexto sentido le dice: “Ahora viene“. Usted vuelve la cabeza y efectivamente a lo lejos se divisa el autobús. Asombroso, ¿no es verdad? Y ello no es más que una muestra insignificante de la variedad de clarividencias que poco a poco va formándose en usted, las más importantes de las cuales son las que previenen de toda suerte de desventuras.

Ejercicio VII

Tan pronto como usted esté suficientemente convencido de que se trama algo nefasto, consúltelo con amigos y conocidos. No hay método mejor para discernir a los amigos auténticos de los lobos en piel de oveja, que se mezclan en el asunto de un modo solapado. Éstos se delatarán, a pesar de su astucia o precisamente a causa de ella, intentando persuadirle de que sus sospechas no tienen pies ni cabeza. Ello no tiene que sorprenderle lo más mínimo, pues ya se entiende que si alguien quisiera dañarle, no va a confesarlo sin rebozo.

Más bien, éste querrá disuadirle con afectación de sus temores que, según él, son infundados e intentará convencerle de sus buenas intenciones de amigo. Con ello usted tiene una pista, no solo para saber quién esta complicado en el complot, sino para ver claro que en todo el asunto tiene que haber gato encerrado, de otro modo, ¿qué necesidad tendrían aquellos “amigos” en esforzarse tanto, para convencerle de lo contrario?

El que se ha aplicado en estos ejercicios, llega a la conclusión de que no solo el ruso de Margaret Mead, el hombre del martillo o los genios por naturaleza que se han citado, los señores Keesee y Maryn, sino también el ciudadano medio, debidamente adiestrado, puede conseguir llegar a este punto de haberse creado una situación difícil sin saber cómo lo ha hecho. Desamparado en manos de los vaivenes de la fortuna insensible, puede usted, completamente seguro, amargarse la vida a sus anchas.

cómo amargarse la vida

(Extraído de aquí)

3 comentarios

  1. Muy interesante página. recién la acabo de descubrir y espero leer con calma y tiempo los artículos.
    Gracias por su aporte y su tiempo

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