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Algunos autores han resumido los defectos principales de la alimentación moderna y sus consecuencias sobre la salud:

Carga glucémica excesiva

El aumento del consumo de cereales, su refinación y lo más reciente,  el masivo aumento de la ingesta de azúcar, ha incrementado netamente la carga glucémica de nuestra alimentación. Los continuos y bruscos cambios de la glucemia obligan al páncreas a una sobreproducción de insulina, que a largo plazo lleva a un fenómeno de insulina-resistencia, es decir, a una pérdida de eficacia del mecanismo de la regulación de la glucemia. Niveles excesivos de insulina se han puesto en relación con muchas enfermedades metabólicas, entre ellas las cardiocirculatorias y el cáncer.

Además, el aumento en el consumo de cereales ha conducido a la consiguiente reducción de fruta y verdura, alimentos capaces de aportar moléculas protectoras. No existen otros animales que asuman cantidades similares de cereales y azúcares, y aunque los cereales integrales tomados en pequeñas dosis pueden ser útiles para aportar fitonutrientes, vitaminas, fibra y energía, la proporción actual de carbohidratos en la alimentación occidental es sin duda excesiva (Cordain et al, 2005; Eaton, 2006),

Proporción entre calorías ingeridas y el gasto energético

Hoy no se come tanto por hambre como por ansiedad, tristeza, para relajarse o socializar. [] Estamos ante un caso inexistente en la naturaleza, donde la ingesta de alimentos correlaciona siempre con el gasto energético del animal (Eaton, 2006)

Carencia de micronutrientes

La disminución en el consumo de alimentos de origen vegetal y silvestre ha reducido notablemente el aporte de vitaminas, minerales, ácidos grasos y otros nutrientes (…) Muchos investigadores están de acuerdo en considerar que buena parte de la población pueda estar afectada por microcarencias crónicas que comprometen la funcionalidad celular y la capacidad de reparación y mantenimiento del código genético (…)

Exceso de Sodio

El hombre es el único mamífero que consume regularmente más sodio que potasio, y el único animal que desarrolla hipertensión. El exceso de sodio se debe en parte a un uso desmedido, pero sobre todo al añadido se sal en un número enorme de productos industriales. La reducción del potasio sin embargo deriva de una menor ingesta de fruta y verdura . Aunque la génesis de la hipertensión no depende solo del sodio, se ha visto que en las raras poblaciones que no utilizan regularmente la sal, la hipertensión es un fenómeno muy raro (Denton et al, 1995; Cordain et al, 2005; Eaton, 2006);

Variaciones en la ingesta de ácidos grasos

La dieta occidental contiene cantidades elevadas de ácidos grasos saturados e hidrogenados y una relación elevada entre polinsaturados omega 6 y omega 3. Esto acarrea numerosas repercusiones sobre la salud, entre las cuales un aumento del colesterol LDL y una propensión inflamatoria que favorece muchas patologías, entre ellas las cardiocirculatorias y oncológicas. También en este caso el papel de los productos industriales no se puede infravalorar (…) A causa del trabajo industrial se han introducido las grasas hidrogenadas, aceites vegetales hechos sólidos a través del proceso de hidrogenización, conocidos por sus efectos negativos sobre el organismo (…)

Los ácidos grasos, en particular el ácido docosaesaenoico (DHA), tienen un efecto importante sobre el cerebro, y su presencia a dosis elevadas en la alimentación primordial ha permitido el desarrollo de las dimensiones del cerebro, que han llegado al máximo en el tardo Paleolítico. Según algunos autores, esta tendencia al alargamiento del cerebro se habría invertido y las dimensiones se habrían reducido en un 11% paralelamente a la progresiva reducción de la ingesta de ácidos grasos omega 3 provenientes de alimentos de origen animal  (obviamente hablamos de animales no nutridos arificialmente (…) Vistos los efectos de los ácidos grasos sobre el cerebro, estos desequilibrios en su ingesta pueden incluso favorecer una larga serie de problemáticas mentales hoy muy comunes, entre ellas la depresión y la ansiedad. (Crawford et al, 1992; Eaton, 1992; Adams et al, 1996; Eaton et al, 1998; Cordain et al, 2005)

Reducida ingesta de fibra

La reducción del consumo de alimentos vegetales y de fruta a favor de los cereales ha variado y reducido la ingesta de fibra. En primer lugar se ha disminuido el consumo de fibra soluble (fruta y verdura) y aumentado el de fibra insoluble (cereales integrales). Sucesivamente  ha disminuido también este último, a causa del desarrollo de los procesos de refinación de los cereales. Esto facilita la instauración de problemáticas como la hemorroides, el reflujo gastroesofágico, la presencia de divertículos, la hernia de hiato, apendicitis y trombosis venosa profunda (Eaton, 1990; Cordain et al, 2005);

Elevado consumo de leche y derivados

También en este caso se trata de alimentos ausentes en la alimentación primordial. La Naturaleza prevé que la lecha se beba durante la lactancia y que después del destete su consumo cese. Por este motivo la actividad de la enzima  responsable de la metabilización de la lactosa se apaga en la edad adulta convirtiendo a muchas personas en intolerantes. La leche y sus derivados también han influido negativamente en el consumo de fruta y verdura. Numerosos autores han confirmado la presencia en la leche de hormonas, factores de crecimiento y moléculas bioactivas que podrían interferir con los mecanismos endocrinos del hombre (Cordain et al, 2005);

Proporción de macronutrientes inadecuada

En la mayor parte de los casos la típica dieta occidental se corresponde con con un aporte de carbohidratos, grasas y proteínas que es respectivamente del 55, 30 y 15%. Las consecuencias están a la vista de todos (…) Contrariamente a lo que se cree hoy, resulta evidente del análisis de la literatura científica que dietas con porcentajes más elevados de proteínas (siempre que estas procedan de fuentes genuinas y sanas y nunca a expensas de la fruta y verdura) protegen del deterioro funcional ligado al envejecimiento (Imai, 2014).

En otras palabras, parece claro que los posibles problemas ligados al consumo de proteínas son en realidad derivados de los métodos de producción  de estos alimentos, a veces de su conservación, a veces de su cocción, pero no de sus propiedades intrínsecas. Además, las proteínas sacian mucho más que los demás alimentos y tienen un efecto termogénico importante, gracias al cual por cada 100 kilocalorías de proteínas consumidas, 25 se queman para metabolizar el propio alimento.

En los países occidentales las enfermedades ligadas a una alimentación incorrecta son la causa principal de enfermedad y afectan al 50-65% de la población adulta, pero son casi inexistentes en aquellas raras poblaciones que llevan estilos de vida más parecidas a las antiguas (Cordain et al, 2005; Eaton, 2006).

Proporciones idóneas. Últimas investigaciones

A menudo las discusiones en torno a las problemáticas alimentarias se concentran sobre detalles poco significativos. Sobre el papel de un alimento específico en comparación con otro, o sobre la eficacia de la última dieta famosa. El problema, sin embargo, tendría que estimarse desde una óptica evolutiva y teniendo en consideración el estilo de vida en su  complejidad. Teniendo también en cuenta el nivel de actividad física. La solución práctica no parece así tan compleja. Recientemente algunos investigadores de Harvard han propuesto un modelo ideal de plato que aclara bastante las ideas: mitad del plato lleno con verdura. El resto se subdivide por un 25% con cereales integrales y el restante 25% con proteínas magras y genuínas.

El condimento sería aceite de oliva virgen extra. Cuantas más comidas así mejor. La solución no es la enésima dieta, ni tampoco la antidieta, sino más bien una revisión de nuestra relación con la comida a la luz de nuestros antepasados remotos, y de lo que hoy empezamos a comprender de las complejas interacciones entre nutrientes y ADN. (“Il ruolo del cibo nell´evoluzione umana: dalla carenza all´eccesso. Impatto sulla salute e prospettive future”, di FILIPPO ONGARO)

(Extraído de aquí)

(Extraído de aquí)

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