Este principio terapéutico cardinal, que indicamos con el término de “connotación positiva“, surgió inicialmente por la necesidad de llegar, sin contradecirnos, a una intervención terapéutica paradójica: la prescripción del síntoma al paciente designado. De hecho, no podíamos prescribir aquello que antes habíamos criticado (…)
Connotar como positivo el síntoma del paciente designado y como negativo el comportamiento sintomático de los otros miembros de la familia, equivalía a trazar una línea de demarcación entre los miembros del sistema familiar en “buenos” y “malos” y, por ende, a cerrarnos ipso facto el acceso a la familia como unidad sistémica.
La unión del grupo
Concluimos, por lo tanto, que el acceso al modelo sistémico nos resultaba posible sólo si connotábamos positivamente tanto el síntoma del paciente designado como los comportamientos sintomáticos de los otros miembros diciendo, por ejemplo, que todos los comportamientos observables aparecen inspirados por el común deseo de mantener la unión y la cohesión del grupo familiar.
De este modo, los terapeutas ponen a todos los miembros de la familia en el mismo nivel, y evitan así iniciar o verse envueltos en alianzas o escisiones en subgrupos que constituyen el alimento cotidiano de la disfunción familiar. De hecho, las familias regularmente disfuncionales, aún más en los momentos de crisis, son fácil presa de escisiones y luchas de facciones con etiquetas estereotipadas como “malo”, “loco”, “enfermo”, “débil”, “ineficiente”, “portador de taras hereditarias o sociales”, etc (…)
Los terapeutas saben una sola cosa: que todos los miembros de la familia se oponen a cualquier cambio que resulte peligroso para su “ideal homeostático” y que, por lo tanto, es necesario aliarse a tal ideal. Aquí es cuando los terapeutas deben hacer exactamente lo contrario de lo que hace la familia. Ignoran deliberadamente el aspecto alusivo y amenazador del síntoma en el sentido de protesta y de invocación al cambio. Solamente subrayan y confirman el aspecto homeostático (…)
Otras funciones de la connotación positiva
Además de la función fundamental ya expuesta, pensamos que la connotación positiva tiene incluso dos funciones terapéuticas importantes e interdependientes:
- Definir claramente la relación sin peligro de recibir una descalificación
- La definición debe ser de un tipo de contexto, en cuanto terapéutico (…)
Podemos observar cómo la connotación positiva conlleva, en varios niveles, una serie de mensajes.
- Los terapeutas definen claramente la relación de los miembros de la familia entre si como complementaria del sistema o sea su tendencia homeostática (y por lo tanto del juego). Encontrarse todos en idéntica posición de complementariedad respecto del sistema hace vana la tensión simétrica encubierta, presente en los distintos miembros de la familia.
- Los terapeutas definen claramente la relación familia-terapeutas como complementaria en cuanto ellos declaran su propio liderazgo (…)
La paradoja
Connotar positivamente la tendencia homeostática provoca, paradójicamente, la capacidad de transformación, pues la connotación positiva abre el camino a la paradoja: ¿cómo es posible que la cohesión del grupo que los terapeutas definen como tan buena y deseable deba ser obtenida al precio de un “paciente”? (…)
Sin embargo, aun el principio que consideramos áureo de la connotación positiva no está exento de dificultades en la aplicación práctica. Puede suceder que mientras se cree connotar positivamente a todos los miembros del sistema se haga, sin advertirlo, una puntuación arbitraria (…)
Otras veces sucede que los terapeutas creen realizar una connotación positiva que a su vez es recibida, en la retroalimentación, como negativa.
EJEMPLO DE UN CASO: LA MADRE QUE SACRIFICÓ A SU HIJO
Como ejemplo, citamos un caso complejo y muy demostrativo: Se trata de la familia de un chiquillo de 7 años, Lionel, que nos fue enviado con diagnóstico de autismo infantil. El núcleo familiar estaba compuesto por tres miembros: el padre, Mario; la madre, Marta y Lionel.
A la quinta sesión habíamos citado a los abuelos maternos debido a la estrecha relación que esta familia mantenía con la familia extensa (…) La redundancia que nos hizo impacto en aquella sesión fue una declaración de la abuela materna, reiterada hasta el cansancio: ella necesitaba amar sobre todo a los no amados. Había querido y quería a su hijo, Nicolás, sólo porque su marido no lo había amado jamás…él había amado sólo a Marta (…)
La connotación positiva para Lionel
A la séptima sesión fueron citados los padres y Lionel. Tomando los elementos del material recogido en la sesión anterior, los terapeutas comenzaron por felicitar a Lionel por su gran sensibilidad. El había pensado que la abuela, generosa como era, deseaba amar solamente a aquellos a los que nadie quería. Ya que seis años atrás el tío Nicolás se había casado (y tenía mujer que lo amaba) él, Lionel, había pensado que era urgente encontrar para la abuela otro no-amado para que lo amara. Por eso, desde pequeño se hizo insoportable de mil maneras…Así, mientras la mamá estaba nerviosa y se enojaba con él, la abuela, por su lado, podía consolarse:
“Sólo ella tenía paciencia, sólo ella quería tanto al pobrecito Lionel”.
En ese momento de la sesión Lionel comenzó a hacer un ruido infernal, golpeando dos ceniceros de pie, uno contra otro.
La reacción de Marta, la madre, fue dramática. Aceptó como una súbita iluminación todo cuanto los terapeutas decían, agregando que había aun más: ¡que era muy feliz cuando su madre le reprochaba su rechazo del niño!, ¡Es verdad, es verdad!, gritaba llorando. Yo estaba contenta cuando mi madre me decía que yo lo trataba como un ternerito! Pero ahora, ¿qué debo hacer?, decía retorciéndose las manos. ¡He sacrificado mi hijo a mi madre! ¿Cómo puedo remediar una culpa tan tremenda? ¡Quiero salvar a mi hijo, mi pobre hijo!”
Una culpable y un supuesto error
Los terapeutas pensaron inmediatamente que habían cometido un error (…) Marta se sentía calificada por los terapeutas como “la única culpable”. Era la que había sacrificado el propio hijo a los deseos y necesidades de su madre (…) Pero la ulterior discusión de equipo nos convenció de que lo nuestro no había sido un error sino un movimiento muy acertado, que había descubierto su punto nodal.
Lo que Marta no podía soportar era que el hijo no se declarara por los terapeutas un “cordero sacrificado”, sino un elemento activo del sistema y además, en posición de verdadero líder. En la descalificación de la posición activa de Lionel, relegándolo nuevamente al rol de objeto, de víctima pasiva, Marta actuaba precisamente en el sentido de mantener el status quo del sistema.
Buscaba recuperar la presunta posición de superioridad al definirse culpable y por lo tanto causante de la psicosis del hijo (…)
No nos quedaba otra alternativa que colocar a Lionel en una posición de superioridad como intérprete espontáneo de las presuntas necesidades de todos.
(De Paradoja y Contraparadoja. Un nuevo modelo en la terapia de la familia de transacción esquizofrénica. M. Selvini, L. Boscolo, G. Cecchin, G. Prata. Paidos)
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