El sistema perceptivo-reactivo
El sistema perceptivo-reactivo (Nardone, Watzlawick, 1990), es decir, el modelo recurrente y redundante por el que una persona que padece un trastorno responde en virtud a autoengaños y no a otra cosa, es uno de los constructos fundamentales de la terapia breve, evolucionada por mí respecto a los enfoques tradicionales con la intención de hacer más sistemático y riguroso el modelo estratégico.
Esto provocó hace 20 años el desacuerdo por parte de todos mis maestros. Todos menos uno, Paul Watzlawick, opinaban que construir protocolos de tratamiento específicos significaba violar el enfoque que daba Palo Alto a la terapia, libre de esquemas prefijados.
Los más rígidos, no obstante, no tenían suficientemente en consideración el riesgo de que su enfoque, privado de esquemas prefijados de forma intencional para alejarse del conductismo, no resultase riguroso. Y esto, desde mi punto de vista, se configura como el gran límite del modelo del Mental Research Institute.
Las soluciones intentadas en el sistema perceptivo-reactivo
El concepto fundamental de la terapia breve de Palo Alto era: concentraos en las soluciones intentadas que mantienen el problema. Interrumpid el círculo vicioso de soluciones intentadas para desbloquear la situación patológica, concepto éste que desde mi punto de vista fue la intuición operativa más inteligente del siglo pasado
John Weakland, el primero en hablar de ello, después Paul Watzlawick y los demás, empezaron a pensar que desde el punto de vista de la interacción, del autoengaño y del cambio, al afrontar un problema las personas tienden a poner en práctica estrategias que se mantienen a pesar de que no funcionan. Y exageran su puesta en práctica hasta que se vuelven ineficaces.
En otras palabras, cuando tengo un problema, aplico un intento de solución, y si no funciona, pienso que no lo he aplicado bien, de modo que insisto. Si funciona, el hecho de aplicarlo de manera reiterada incluso a situaciones diferentes hace que tras la mejoría inicial, el resultado desaparezca, pero continúo insistiendo. Éste es el constructo fundamental de los albores del enfoque estratégico.
El problema surgió cuando se pensó que trabajar sobre las soluciones intentadas era suficiente. Y no se consideró que yo puedo tener una persona que se ilusiona en combatir un problema con una solución que es funcional y, precisamente porque es buena, insiste en aplicarla hasta que se convierte en un guión persistente.
Modelos recursivos y protocolos de tratamiento
El obsesivo-compulsivo lleva a cabo el ritual porque cree que reduce la ansiedad y el ritual funciona. Por tanto, cree que ésta es la solución a su miedo. Sin embargo, reiterado en el tiempo se convierte en el auténtico problema. Se trata, pues, de modelos recursivos que se estructuran como modalidades reiteradas y persistentes.
Mi idea era poder convertir el modelo de terapia estratégica de Palo Alto en empíricamente verificable. Y poder obtener una especie de mapa más preciso de las soluciones intentadas típicas de las diferentes patologías. Si la solución me explica cómo funciona el problema, puedo disponer de estrategias para resolverlo con más rapidez. Los protocolos de tratamiento nacieron, por lo tanto, al poner a punto estratagemas específicas para cada tipo de lógica que mantiene el problema.
Un modelo riguroso que guía a quien lo utiliza a saber lo que hay que hacer desde el principio hasta el final, pero también a cómo comportarse si el paciente, como en el juego de ajedrez, hace un movimiento diferente del previsto. Tener recorridos predecibles, no limitantes y que dejen espacio a una flexibilidad que permite inventar siempre algo nuevo, representa el salto de nivel entre la terapia breve tradicional y la terapia breve estratégica evolucionada.
Un mapa de la estructura
La idea de trabajar sobre las soluciones intentadas sin “hacer un mapa” de la estructura recurrente de la patología, si se convierte en rechazo de cualquier categorización, incluso estratégica, se convierte en un límite.
Paul Watzlawick nunca pensó que esto fuese un límite sino un recurso. Y siempre me incentivó a ir en esta dirección, al creerla un adelanto importante desde el punto de vista de la lógica de la intervención terapéutica.
También ahora, cuando discuto de esto, la dificultad es que la mayoría de los colegas parte del presupuesto de que no se puede formalizar la técnica -cosa que favorecería entre otras cosas al terapeuta, que no tendría que inventarse cada vez una terapia nueva- sino que se tiene que trabajar sobre la persona del terapeuta.
Milton Erickson
Una de las disputas más simpáticas a este propósito tiene que ver con el trabajo de Milton Erickson. De él se dice que no quería formalizar ninguna teoría porque para él cada caso era una terapia nueva que inventar.
Si, no obstante, como ha dicho Bill O´Hanlon, analizamos su trabajo clínico, vemos que Erickson en casos del mismo tipo hace las mismas cosas, algunos dirían que de modo inconsciente. En realidad, las soluciones que funcionan tendemos a replicarlas también nosotros los terapeutas.
Lo que los ericksonianos rechazan aceptar demasiado a menudo es la importancia de utilizar la lógica y no sólo la sensación, la relación, la persona. Un enfoque, desde mi punto de vista, demasiado arriesgado.
La estrategia que funciona nos ha descrito la estructura de la persistencia del problema. Esto, en términos de modelo de intervención, representa el paso de una fase artesanal a otra tecnológica: el modelo se vuelve
- eficaz
- eficiente y replicable
- transmisible
- y predecible
De este modo la psicoterapia puede convertirse en una auténtica disciplina científica más allá de una simple serie de técnicas terapéuticas que se basan en teorías que hay que demostrar.
(De “Surcar el mar sin que el cielo lo sepa”.G. Nardone y Elisa Balbi. Herder). El sistema perceptivo-reactivo
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