Hace algunos años se presentó un joven de buen aspecto, elegantemente vestido y modales exquisitos, que, apenas sentado, declaró (…) que no era a mí a quien necesitaba, sino a un buen cirujano plástico.
Declaró que, dado que su problema era que no se gustaba y se veía feo, su rostro le parecía decididamente asimétrico, es decir, sus ojos no estaban perfectamente alineados, la nariz tenía dos perfiles distintos y su sonrisa era de un lado más alta, la única solución era la cirugía plástica.
Siguiéndole la corriente, le pregunté que por qué no lo había hecho. Él respondió que se había dirigido a 3 cirujanos distintos, pero que los resultados de sus intervenciones le habían parecido absolutamente insatisfactorios (…)
El médico que me lo había enviado era el último cirujano plástico al que se había dirigido (…) Una vez valorado el trastorno psíquico del paciente, había concluido que la intervención terapéutica necesaria no era de tipo quirúrgica sino psicológica.
Como era aconsejable en estos casos, afirmé, siguiendo la lógica de su trastorno, que comprendía francamente su situación, la de sentirse una especie de garabato que había que borrar y hacer de nuevo. Después de mi afirmación, cambió completamente de actitud y afirmó:
-Por fin alguien que me entiende; hasta ahora todos me tomaban por loco (…)
Debido a su manía, el joven había llegado a un verdadero aislamiento del mundo, puesto que, para no sufrir por el hecho de sentirse desagradable, evitaba cualquier situación social, manteniéndose la mayor parte de su tiempo en su casa (…)
Comuniqué al paciente que, desde luego, no podría hacerlo guapo o atractivo, pero que podría ayudarlo a reducir su sufrimiento (…) Respondió que incluso un objetivo así habría sido de gran ayuda para él.
La terapia para la manía de ser feo y los complejos físicos
La terapia comenzó como sigue:
El chequeo estético
-Yo creo que ante todo usted debe ajustar las cuentas con su realidad y, por consiguiente, intentar no huir de su problema. Es más, tiene que conocer mejor y a fondo todas sus características. Por tanto, quiero que de aquí a cuando volvamos a vernos, todos los días, por la mañana cuando se despierte y por la noche antes de irse a la cama, se ponga delante de un espejo y proceda a una especie de chequeo estético. En otras palabras, quiero que estudie su rostro, encuentre todos sus defectos, no se limite a aquellos que conoce bien, porque desde mi punto de vista hay tantos que hasta ahora usted no se ha observado muy bien. Anote todo aquello que observe (…)
La peor fantasía
El paciente, en la cita siguiente, declaró que había seguido al pie de la letra mis prescripciones, pero que estas habían tenido un efecto extraño para él (…) En la media hora de la peor fantasía (…) cuanto más desesperada y sombría trataba de ver su existencia, más comenzaba a ver (…) sensaciones positivas de deseo de contacto con los demás, cosas que para él eran completa y absolutamente nuevas (…)
Por lo que respecta a la primera tarea, trajo una serie de folios llenos de anotaciones sobre sus defectos. A los antes declarados había añadido toda una serie de pequeños defectos que antes no había considerado (…) Sin embargo, explicó que esta tarea lo había llevado (…) a considerar la idea de que quizá debería aceptar que era desagradable, sin posibilidad de arreglo. En consecuencia, quizá debería empezar a afrontar la vida sobre la base de este inevitable límite (…)
Continué el tratamiento prescribiendo convertir la peor fantasía de una cita de media hora en aislamiento en cinco citas diarias de cinco minutos, distribuidas en intervalos de tres horas (…) mantuve también el chequeo estético (…) Añadí, por fin, una nueva tarea:
Buscar rechazos
-Dado que usted ha reaccionado tan bien a mis primeras indicaciones, quiero que ahora demos otro paso; mire, yo creo que para aceptar mejor sus límites, usted debería comenzar a habituarse a la frustración del rechazo que produce.
En otras palabras, al ser usted tan desagradable, debe acostumbrarse al hecho de sentirse rechazado por los demás, en particular por el otro sexo. Por tanto, tal como se hace para inmunizarse contra ciertos venenos, usted necesita asumir gradualmente pequeñas dosis del mismo. En su caso, para inmunizarse a la frustración del rechazo, usted deberá crear situaciones en las cuales pueda recibir un pequeño rechazo, para luego aumentar gradualmente la dosis, hasta llegar a rechazos cada vez más grandes, de modo que se cree en usted una fisiológica inmunidad ante este estímulo.
En concreto, usted deberá, de aquí a la próxima vez que nos veamos, provocar un NO al día en una mujer. Obviamente debe ser un NO mínimo (…) como por ejemplo preguntar la hora a una mujer que no tenga reloj, o pedir un cigarrillo a una que no fuma, o entrar en una tienda donde venden zapatos y preguntar si tienen una corbata. Repito que usted deberá obtener un pequeño NO al día por parte de una mujer como primer paso para llegar a inmunizarse contra la frustración del rechazo (…)
Resultados
-Me he divertido, porque (…) me resultó muy difícil obtener algunos NO (…) La mayoría de las veces obtuve respuestas positivas, las únicas tres veces que recibí un NO, después de insistentes solicitudes, los recibí acompañados de excusas, como si estas tres mujeres estuvieran disgustadas de no poder responderme de manera positiva a mis solicitudes (…)
Contó que (…) una tarde, en busca de un NO seguro, había ido a un local de baile y una vez hubo detectado a la mujer más atractiva, se había adelantado preguntándole si podía invitarla a beber algo. La mujer, que estaba en compañía de otras personas, exhibiendo una amplia sonrisa se levantó y lo siguió (…)
“No soy tan desagradable”
Como comprenderá el lector, tratando de obtener algunos NO el paciente había obtenido muchos SI. Sobre todo había obtenido la confirmación, no de su aspecto desagradable, sino de lo contrario. Esto fue lo que más lo trastornó (…) todo ello lo había llevado a dudar seriamente de sus ideas (…) y durante el chequeo estético había comenzado a tener extrañas sensaciones de complacencia por su aspecto (…)
Sugerí al paciente que redujera el chequeo estético a un día a la semana y la técnica de la peor fantasía como maniobra que utilizaría solo cuando sintiera necesidad de ella.
Dos semanas después el joven regresó y (…) afirmó:
Me he dado cuenta de que me lo había inventado todo, que en realidad no soy tan desagradable como creía. En estas semanas he tenido numerosas pruebas de ello (…) el problema no estaba en mi cara sino en mi cabeza (…)
Este caso representa un magnífico ejemplo de cómo cada uno de nosotros construye la realidad que luego sufre y de cómo una buena terapia lleva a la persona a pasar de un estado de realidad construida y sufrida a otro de realidad construida y gestionada.